sábado, 1 de enero de 2011

LOS GIRASOLES CIEGOS de Alberto Méndez

Edicion 2006
Círculo de Lectores
155 pag.

Novela de Alberto Méndez publicada en 2004.

Un capitán del ejército de Franco que, el mismo día de la Victoria, renuncia a ganar la guerra; un niño poeta que huye asustado con su compañera niña embarazada y vive una historia vertiginosa de madurez y muerte en el breve plazo de unos meses; un preso en la cárcel de Porlier que se niega a vivir en la impostura para que el verdugo pueda ser calificado de verdugo; por último, un diácono rijoso que enmascara su lascivia tras el fascismo apostólico que reclama la sangre purificadora del vencido. Son historias de los tiempos del silencio, cuando daba miedo que alguien supiera que sabías. Cuatro historias, sutilmente engarzadas entre sí, contadas desde el mismo lenguaje pero con los estilos propios de narradores distintos que van perfilando la verdadera protagonista de esta narración: la derrota.

LEIDO por Andrés:

Comenta Mª Ángeles MAC que está leyendo un libro, no recuerdo el nombre ni vale la pena recordarlo, según veremos, que va por la página 300 y no le gusta nada. Comenta que, según parece, desde su adquisición por la biblioteca pública solo lo han sacado dos personas más y ninguna lo ha terminado (esto lo deduce por algunos rastros encontrados en el libro). Curiósamente y no es casualidad, pues me gusta llevar este tipo de citas, le comento la siguiente que viene de cuando leí anteriormente el libro de la tertulia y que entonces publiqué en el blog:

Leo en estas fechas un artículo de Javier Rodríguez Marcos que nos dice: “En el fondo, el verdadero detector de libros-que-merecen-la-pena no es la lectura sino la relectura. Y releer es leer sabiendo el final. Uno sólo da por leídos los libros mediocres. Nadie deja de ir a ver Las meninas porque ya las ha visto.”

La animo, y al resto de tertulianos, todos de más de 30 años y por tanto con los días contados, a que se anime a hacer una lista viva de los libros que les gustaría leer antes de dejar de contar días. Viva porque se añaden los libros que vamos descubriendo y se borran los ya leídos o desechados por información posterior. Si alguien se anima ha hacer la lista, verá como cambia su enfoque sobre los libros.

Entrando ya en el libro que nos ocupa, decir que éste, con un bonito título (es el de el último cuento y lo encontramos en su inicio: “estoy desorientado como los girasoles ciegos”) y que se devora con fruición, nos habla de cuatro derrotas, cuatro fechas, cuatro historias:

Primera derrota: 1939 o Si el corazón pensara dejaría de latir

La derrota de un rendido que no quería tomar parte en la victoria.
Un narrador medianamente informado, con textos de cartas, partes y actas intercalados, nos relata la peripecias del capitán Alegría.
Me ha parecido una declaración del autor sobre su postura ante los tiempos de victoria que le tocó vivir; es como si dijera: «yo tampoco quiero participar de la victoria»
Ésta derrota y la segunda, fueron la más duras, según los tertulianos.


Segunda derrota: 1940 o Manuscrito encontrado en el olvido

La derrota de un joven poeta, de unos 18 años, a través de su diario. “(.....Si fue él el autor de este cuaderno, lo escribió cuando tenía dieciocho años y creo que ésa no es edad para tanto sufrimiento)
Trascripción del diario (ilustrado) del poeta, que aumenta su realidad con los comentarios entre paréntesis de un supuesto editor.
Para mí el más duro de todos por su dramatismo. La forma en que nos transmite la soledad y abatimiento del muchacho es terrible:
Hoy le he besado. Por primera vez le he besado. Se me habían olvidado mis labios de no usarlos
Tengo la sensación de que todo terminará cuando me termine el cuaderno
"(Repite Rafael, con el mismo tipo de letra, pero mucho más pequeño ciento diecinueve veces)"

Tercera derrota: 1941 o El idioma de los muertos


La derrota de un sherezade que teje historias en un tiempo que no es el suyo, hasta que la rabia le hace bajarse del “estribo de la vida” y romper con ésta.

Cuarta derrota: 1942 o Los girasoles ciegos

La personal derrota de un girasol ciego, un diácono,que arrastra a tres personas más.
Contado con tres relatos superpuestos: una larga carta del cura, los recuerdos de la infancia de Lorenzo en primera persona, y un relato con narrador omnisciente sobre las vicisitudes de la familia de Lorenzo, impresos cada uno de ellos en cursiva, negrita y normal, que para mí, además de innecesario, me hace desagradable la lectura, sobre todo la negrita.


Los cuatro relatos, que se entrelazan levemente, logran remover mis sentimientos, conmoverme. Utilizando diferentes técnicas narrativas, todos logran engancharme, de forma que leo el libro en apenas tres días, demorando casi su final, por la duda de que libro me atreveré a leer a continuación.

Los enlaces entre los cuentos son hechos apenas testimoniales y parecen meros artilugios para dar consistencia al libro:
En la 3ª derrota aparece el capitán Alegría (1ª derrota) en la prisión “Cuando le preguntaban su filiación los tercos oficiales de la cárcel, siempre contestaba lo mismo: Me llamo Carlos Alegría, nací el 18 de abril de 1939 en una fosa común de Arganda y jamás he ganado una guerra. Por eso le llamaban el Rorro
En la 4ª derrota nos dicen que la hermana de Lorenzo, embarazada, había huido con un poeta (3ª derrota)

Buen comienzo:
Ahora sabemos que el capitán Alegría eligió su propia muerte a ciegas, sin mirar el rostro furibundo del futuro que aguarda a las vidas trazadas al contrario

He encontrado la razón de algunos de mis juegos de la infancia: “Jugábamos a los juegos de los niños sin juguetes: a la taba, al rescate, a pídola, al zurriago y a otros juegos en los que nosotros éramos las víctimas y los verdugos, juegos donde el castigo era siempre doloroso y el premio causar daño.” ¡Ahora los niños no saben jugar sin juguetes!

Tristeza y muerte, muerte, muerte y muerte. ¿Pero es que acaso los libros sobre la guerra civil pueden ser de otra manera?
un pistoletazo le arrancó de cuajo el rango, las estrellas y la vida
no he podido olvidar nunca la mirada de mi padre precipitándose al vacío, su rostro sonriente mientras el patio engullía su cuerpo abandonado
"Él y yo sabemos qué largo es el tiempo sin un beso y ahora, probablemente, no nos quede suficiente para resarcirnos"
lloró como nunca hubiera pensado que se podía llorar después de una guerra

A veces se ha hecho la crítica a Franco de que no quiso ganar la guerra rápidamente, sino que buscó el aniquilamiento de los republicanos, y aquí encontramos el testimonio del Capitán Alegría:
«Aunque todas las guerras se pagan con los muertos, hace tiempo que luchamos por usura. Tendremos que elegir entre ganar una guerra o conquistar un cementerio.»

No le faltan notas de humor al libro:
se limito a decir «buenos días» de la forma menos militar posible
-¡Si, mi coronel! -tronó atiplado su coronel
nací el 18 de abril de 1939 en una fosa común de Arganda y jamás he ganado una guerra. Por eso le llamaban el Rorro
Un pecho en quilla y una nariz hebraica le conferían un aspecto bidimensional con el que la naturaleza ha dotado al oso hormiguero
además, medallas, una panoplia de medallas que más acorazaban su pecho que lo honraban”

Imágenes bonitas:
el estribo de la vida
jaula de nostalgias
sus mejillas hundidas buscando la calavera
residencia de todos los inviernos”
cicatriz de hombre
pecios de la guerra
personita en fuga
intérprete de los sollozos"
traductor del llanto

No se puede ser más exquisito:
Ayudó a que las manos de Ricardo emprendieran la búsqueda de sus secretos y terminó arrodillándose para llamar con los labios el vigor que se escondía bajo todas las tristezas

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