domingo, 17 de abril de 2011

LOS PRINCIPES VALIENTES de Javier Pérez Andujar

Edición, 2007
Editorial: Tusquet
Páginas: 232

Esta novela de Javier Pérez Andujar se publicó en 2007

El río Besós en el extrarradio de Barcelona, el teniente Colombo, la colección de tebeos Joyas Literarias Juveniles, la Esfinge de los Hielos de Julio Verne..., este libro es una esplendorosa evocación, cargada de humor, emoción y abierta poesía, de un lugar y de una infancia: una ciudad del cinturón industrial barcelonés en los años setenta y una familia de inmigrantes. Pero es a la vez un vibrante relato de iniciación a la literatura a partir de elementos en apariencia de aluvión, como los tebeos, las series de televisión, los libros de quiosco o las adaptaciones de los clásicos. Compinchado con su amigo Ruiz de Hita, con el que comparte secretos y lecturas, el narrador recrea las clases de un profesor ex legionario, la pandilla de la escuela, los domingos con su tío Ginés –prototipo del pícaro–, los relatos de una madre que le hablan de un pasado rural para él mitificado, la turbadora presencia de la señora Umbelina, mujer pública, o una noche de Navidad que tuvo algo de fin de una época.

En el horizonte se dibujan siempre las torres del tendido eléctrico, las chimeneas de la central térmica, el puente de la autopista y, sobre todo, el río, omnipresente, con su simbología y carga totémica. Pero lejos de ser los testigos de un tiempo inclemente, el de finales del franquismo, todos ellos configuran el escenario mitificado de las lecturas de la infancia. Hasta que el propio narrador descubra también su condición de clase, el compromiso político de sus mayores, y se proponga, a través de la escritura, que el heroísmo de los príncipes valientes no quede enterrado en la despedida de la infancia.

Dotada de una invisible estructura interna de recurrencias y asociaciones que avanzan imparables, Los príncipes valientes es una magnífica primera novela, original y envolvente, con un final conmovedor, en la que se configura una inesperada cosmogonía de personajes, objetos y escenarios que sólo la literatura, haciendo arqueología del presente, logra salvar del olvido.

LEIDO por.... Andrés:

Cerramos con este autor, trás Ricardo Menéndez Salmón, Isaac Rosa yPablo Sánchez, mi ciclo sobre las recomendaciones de los profesores Jordi Gracia y Domingo Ródenas del artículo de El País.

Buen libro de este autor que no conocía y que, curiosamente, también ronda sobre la literatura, aunque en este caso sobre lectores. El narrador, en primera persona, nos habla de la vida juvenil de un lector de libros y tebeos, futuro escritor por vocación forjada a la largo de la novela.

Escrito en un tiempo verbal que no se como se llamará, “camino del colegio me va a salir...” que da la sensación de que el pasado que no relata es futuro por hacer.

Asistimos al madurar del protagonista junto a su íntimo amigo Ruiz de Hita “que cada libro que lee lo lee por todos los que no ha leído”, que a caballo entre la sacristía, las clases del admirado maestro Don Antonio y la calle, descubre “que la soledad nos hace valientes y que la adversidad nos hace más verdaderos”, se alegra de su cambio de pelado, “del estilo Marcelino pan y vino al estilo el Santo, con la raya a un lado” y nos desvela sus relaciones familiares.

Lectores acérrimos ambos, “los libros nos van a fascinar, más que por la épica de lo que cuentan, por lo sugerente de alguna palabra encontrada al azar, por el lirismo de su olor a tinta, por la porosidad lunar de su piel, por un detalle de impresión en una sobrecubierta o por lo fascinante de un dibujo” (esto último lo deja claro sin lugar a dudas)
En el viaje en el tiempo que nos propone el autor, nosotros hacemos nuestro particular viaje a la nostalgia, a través de los tebeos, sobre todo El Principe Valiente, los libros ilustrados, personajes inolvidables de las series de televisión de detectives, Colombo, Kojak, McCloud, Cannon, sobre todo Colombo, y los libros leídos en nuestra juventud, sobre todo Julio Verne, al progreso de aquellos años, simbolizado en la frase “«uy, eso ya no se hace»” y sin sentirlo te vas encontrando con la realidad social del franquismo de entonces (me ha surgido sorpresivo el “candidato por el tercio familiar”).

Leyendo el libro de sugerencias, me cuesta no imaginarse las portadas y las ilustraciones de los libros de mi juventud.

Mi cachico:

Mi padre nos regalará a mis hermanas y a mí en esos días nuestra máquina de escribir, que será una máquina portátil quizá para advertirnos de que las palabras también lo son, o a lo mejor para recordarnos que los movedizos somos nosotros en manos de las palabras, y que las palabras nos transportan de un sitio a otro, como se lleva un carrito o una maleta. Con la escritura de la máquina de escribir, con la probatura y el improvisar una palabra letra a letra, me daré cuenta de que no voy a ser consciente de lo que pienso hasta que no lo escribo, o hasta que no lo veo escrito, y lo leo, y así tengo desde entonces la impresión de que ni siquiera llevo las palabras al papel de una manera compulsiva, sino que son las palabras las que tiran de mí, las que me llevan de un lado a otro del papel y del pensamiento según se les antoja



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