miércoles, 18 de mayo de 2011

TODO LO QUE SE LLEVÓ EL DIABLO de Javier Pérez Andujar

Edición, 2011
Editorial: Círculo de Lectores
Páginas: 272

Esta novela de Javier Pérez Andujar se publicó en 2010

Con el entusiasmo de llevar la cultura a los pueblos más apartados, tres jóvenes maestros, un hombre y dos mujeres, se inscriben en las Misiones Pedagógicas. Salen en un camión cargado de libros dispuestos a montar en una aldea una biblioteca escolar, proyectar cine, hacer títeres y mostrar reproducciones de las grandes obras de la pintura. En el camino de este grupo se cruzará un adolescente descendiente de loberos, que viaja solitario en busca del único familiar que le queda, un tío suyo al que algunos han vuelto a ver por la zona a donde se dirigen los maestros. A lo largo de su peregrinaje, el chico irá encontrándose con ermitaños, pistoleros, aparecidos del más allá, compañías de variedades con mentalistas y pedómanos, lingüistas que han salido al camino para realizar trabajos de campo y estudiantes que recopilan relatos orales... El idealismo de los maestros se dará de bruces con una tierra brutal, y la violencia terminará por estallar con la aparición fatal de personajes inesperados. Y en medio de este torbellino, la novela vuelve a dar otro giro, para reaparecer entre talleres mecánicos y documentales de televisión.

LEIDO por.... Andrés:

Después de leer Los príncipes valientes, me quedó tan buen regusto, que en cuanto apareció en Círculo de Lectores este libro suyo, lo encargué sin dudar.

Vuelvo a encontrarme las misiones pedagógicas de la República, y me entero de que “los únicos que tienen un sueldo en las Misiones son los auxiliares, del orden de trescientas cincuenta pesetas; el resto de los colaboradores va de forma completamente voluntaria, y expuestos a costear de su bolsillo los imprevistos que pudiesen surgir en el viaje”, y a varios personajes históricos, Azaña, Luis Bello, García Lorca, Gonzalo Menéndez-Pidal y otros.

En la novela tenemos tres narraciones que se intercalan:
  • La correspondiente a la preparación y desarrollo de las Misiones Pedagógicas
  • El informe que realiza un maestro participante de su Misión
  • Los viajes a Bruselas de un librero, especializado en comic, a la búsqueda de materiales del autor Arcos Paulín, otrora conductor de una de las Misiones.
Con estas tres fuentes conoceremos las vicisitudes, principalmente, de una misión integrada por tres maestros, uno de ellos el autor del informe, y el conductor mencionado, con la crítica social siempre presente.. Esta historia convergerá con la de dos loberos, tío y sobrino, añadiendo el tinte dramático a la narración.

Misiones pedagógicas que muchas veces se realizaban en el lo más recóndito de España, sitios sin nombre, “cuatro casas, que no salen en los mapas; pero por esa misma razón es ahí donde más nos necesitan
Buena novela, que aumenta mi estima por Pérez Andujar.

Mi cachico:

Al principio cayeron unas gotas, y una vieja dijo que era un pajarito que se estaba meando, y su marido le preguntó que desde cuándo meaban los pájaros de noche, y ella le contesto que los pájaros meaban cuando tenían ganas igual que él se levantaba a media noche a despertar a toda la casa con el repiqueteo de sus meados en el orinal. Pero el retumbar de un trueno se impuso a esa conversación. El temporal sucedió a los truenos, y empezó a llover a cántaros Los actores dudaron un instante, pero Federico García Lorca, que seguía la obra discretamente desde el escenario, les indicó con un gesto a sus compañeros que continuaran la representación, pues estaba viendo que el público no hacía ninguna señal de querer irse. Se venía el cielo abajo y nadie se despegaba de su asiento, y cada vez caía el agua con más fuerza, y corría la lluvia entre las piedras del suelo, lavaba las patas de las sillas y se arremolinaba en las zapatillas de aquellas gentes, empecinadas en saber de los amores de dona Inés y don Alonso. Los actores declamaban empapados. Entre el público, las mujeres se echaban las sayas sobre la cabeza, pero no se levantaban, y los hombres seguían la obra con la gorra calada hasta las cejas y encogidos bajo la lluvia. Velasco Flaínez continuaba con la mirada clavada en Agustina, que hacía de doña Inés, y todo el mundo estaba chorreando y fascinado. Y Federico, detrás de los decorados, decía a sus actores con voz temblorosa: que siga la obra, que siga, si ellos aguantan, nosotros seguimos”

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