martes, 26 de febrero de 2013

EPISODIOS NACIONALES, Serie cuarta: 2. Narváez, de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 254

El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a Benito Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles –guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares– a lo largo del agitado siglo XIX.

Conocido también como «el Espadón de Loja», el general NARVÁEZ afrontó desde el poder, a la cabeza de un moderantismo represivo, las turbulencias que sacudieron toda Europa a mediados del siglo XIX. Continuación de la narración a la que en forma de diario Pepe García Fajardo da comienzo en «Las tormentas del 48», el episodio nos introduce en los medios próximos al Gobierno y a la Corte, con sus esperpénticas camarillas.

Esta novela, la novena de la cuarta serie de los Episodios Nacionales: El reinado de Isabel II El reinado de Isabel II,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1902

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Comienza así:

“Atienza, Octubre.— Dirijo hacia ti mi rostro y mi pensamiento, consoladora Posteridad, y te llevo la ofrenda de mi vida presente para que la guardes en el arca de la futura, donde renazca con toda la verdad que pongo en mis Confesiones. No escribo estas para los vivos, sino para los que han de nacer; me despojo de todo artificio, cierro los ojos a toda mentira, a las vanas imágenes del mundo que me rodea, y no veo ante mí más que el luminoso concierto de otras vidas mejores, aleccionadas por nuestra experiencia y sabiamente instruidas en la social doctrina que a nosotros nos falta; veo la regeneración humana levantada sobre las ruinas de nuestros engaños, construida con los dolores que al presente padecemos y con el material de tantos yerros y equivocaciones… ”

Desde Atienza, en casa de su familia, continúan las memorias del protagonista, comenzando por su reciente boda en Madrid.

Primera parte de la novela, un poco tediosa, que se anima con la vuelta del matrimonio a Madrid, la entrada del protagonista en política, diputado por Tolosa, en la que nunca antes había estado, por designación a dedo, y su vida en Madrid. Como el mismo nos dice, “
sin meterme, pues, a discernir si mis amigos de la Posteridad son más tontos que yo, o por el contrario más despiertos, sigo poniendo en el papel el traslado fiel de mis actos y de mis intenciones, historiador y crítico anatómico de mí mismo”.

Si la aproximación a la historia de una manera amena es uno de los encantos de estas novelas, no menos, o quizá más, sea el adentrarnos en la vida de los ciudadanos de a pie y el conocer, como si leyéramos los periódicos de entonces, algunos casos insólitos, como este: “
en un pueblo de Soria se había descubierto el estupendo caso de que todos los mozos útiles y robustos, de ocho años acá, daban en la flor de cortarse la primera falange del dedo índice de la mano derecha con el santo fin de eludir el servicio militar”, o costumbres de aquellos tiempos, ”no debe exponerse mi esposa a los peligros y pejigueras de la lactancia, ni ello estaría, como dice mi suegro, en armonía con su posición…”, que ahora nos pueden extrañar.

La descripción que no podía faltar: “
Es este un caballero tan acompasado en la vida social como en la política, como en la literaria. Sus actitudes son como sus versos; sus actos como sus discursos, y su traje como toda su correcta y atildadísima persona. Su estatura es aventajada, su talle esbelto, su rostro grave, abundante el cabello en cabeza y barba, la dentadura perfecta, todo suyo y de intachable limpieza. En el trato cautiva, en la oratoria instruye más que arrebata, en la conversación corriente se oye y se le oye con agrado.”, ni tampoco el humor: “ hube de mostrarme muy gozoso de que mi hermana volviese a Madrid, de que se juntara prontito con las otras monjas franciscanas y milagreras, no sé si descalzas, calzadas o por calzar.”

Entre los personajes históricos que aparecen en la novela merece la pena señalar a Narváez, Pio IX, Sor Patrocinio,  y la reina Isabel II, de la que podemos disfrutar en
Mi cachico.

El Espadón de Loja, “con su andar de gallo arrogante” y sus expresiones, reeditadas muchos años más tarde: “¡España y los españoles! ¡Vaya una tropa, compadre!
Pío IX, de actualidad estos días por ser el inventor de  la infalibilidad papal para sus pronunciamientos ex cathedra, definida en el Concilio Vaticano I (1869-1870).


Había abolido el antiguo gueto judío de Roma, pero después de las revoluciones de 1848, donde se proclamó la república, el papa tuvo que huir a Gaeta, en el reino de las Dos Sicilias, disfrazado de monje. Desde allí pidió ayuda a las principales potencias católicas: España, Austria, Francia y las Dos Sicilias, que acudieron en su ayuda. Cuando sus territorios le fueron restituidos por los franceses, volvió animado por propósitos menos liberales, ejemplo de ello, la restauración del gueto judío.

Visita de Pio IX a España
la expedición que hemos mandado a Italia en socorro del Soberano Pontífice continúa moviendo la opinión y dando mucho que hablarYa estoy viendo, hija mía, los beneficios que van a llover sobre nuestra Nación por esta Cruzada.
 “¿qué hacían allí los españoles? Recibir la bendición del Papa, ocupar a Terracina, y gastar su ardimiento en marchas y contramarchas.

De un autor anónimo (se dice que Bretón de los Herreros) es el soneto que figura en el libro y que hacer referencia a Sor Patrocinio y a fray Fulgencio.

Temo que el cetro se convierta en báculo,
y el estado, hoy caótico, muera ético
Si otro escolapio, en ademán ascético,
Logra ser del rey cónyuge el oráculo.

Venero a Dios, venero al tabernáculo;
Más no a hipócrita Sor que con emético
Llagas remedia, a cuyo humor herpético
Fue quizá el torpe vicio receptáculo.

¡Cuestión de religión lo que es de clínica!
y damos leyes desde el torno. ¡Cáscaras!
Esto no se tolera ni en el Bósforo.

Mas si la farsa demasiado cínica
Se repite caerán todas las máscaras,
y arderá España entera como un fósforo.

 
Sor Patrocinio y la reina Isabel II
Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
mejor que ser la liebre guisada, es ser el cocinero que la guisa, ya que no sea uno el rico que se la come
penseque
Fíate de la Virgen y no corras
tintinimarras

Palabras recuperadas o, más bien, anticipadas:

El mismo que viste y calza
tomar el portante
cubierto el riñon
plantar en la calle
aguantar la mecha

Mi cachico:

Arrimose a la sazón la Reina a los que de ello hablábamos, y éramos ya más de dos, por inopinado crecimiento del grupo, y nos dijo: «¿Hablan de escribir la Historia de Isabel II? Sí, Beramendi, sí… Yo subvenciono esa obra.
—Es pronto —afirmó el Rey con gran sentido—: no ha de ir el historiador por delante del Reinado, sino detrás…
—¿Y por qué no han de ir juntos, cogiditos de la mano? —indicó la Reina.
—Porque la Historia verde sabe mal, como la fruta. Hay que dejarla madurar en el árbol.
—¿De modo —dijo Su Majestad haciendo reír a todos con su donosa ocurrencia—, que aún estamos verdes? Más vale así… Pues yo deseo que pronto hablen y escriban de mí, por supuesto que escriban bien, elogiándome mucho y poniéndome en las nubes… Yo aspiro a que de mi Reinado se cuenten maravillas.
—Los pueblos más felices —dijo Montesquieu por boca del Rey—, son aquellos cuya Historia es fastidiosa.
—Pues yo no quiero —afirmó la Reina—, que al leer mi Reinado bostece la gente… ¡Historia fastidiosa! Eso ni deleita ni enseña.
—La de España —indicó María Cristina, melancólica—, es y será siempre un folletín.
—Mamá, eso es tener mala idea de los españoles.
—Tengo la que ellos me han dado —replicó la ex-Gobernadora.
—Los españoles son buenos, valientes, honrados, caballeros —declaró Isabel—; en general, se entiende, porque ¡también hay cada pillo…!».
Encontrándonos de nuevo frente a frente, me dijo: «¿No crees tú que la Crónica mía, la de mi Reinado será bella?
—Bella será… ¿pero quién asegura que no será también triste?
—¿Por qué?… Me asustas… Yo no ceso de pensar en mi Historia, y me la represento como una matrona gallardísima…

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